jueves, 5 de noviembre de 2009

Ecoanarquistas

Los econarquistas


Una oleada de ataques a cadenas de comida, tiendas y cajeros automáticos han puesto en la mirada pública una nueva forma de protesta social. ¿Qué quieren los jóvenes detrás de los atentados?

Tres siluetas corren en la noche hacia un cajero automático seguidos por una cámara que da saltos. Una de ellas, la silueta femenina, se detiene antes de entrar al cuarto ilumi-nado y hace una pinta en la pared del banco. Lo que haya escrito o pintado no se alcanza a distinguir. Las otras dos siluetas entran al cajero por la puerta abierta. La luz les cae encima y los ilumina. Son dos jóvenes con cachucha, el rostro cubierto, una mochila en la espalda y un martillo en la mano. Dan uno, dos, tres, cuatro martillazos contra los ventanales, que caen a pedazos y hacen un ruido brillante, como una vajilla que se cae de la alacena. Luego salen del cuarto veloces. Al partir, uno de ellos le da el último golpe a otro ventanal. Todo dura 19 segundos y queda grabado en el video.


La célula ecoanarquista se responzabilizó en un comunicado del sabotaje ocurrido el 10 de marzo de 2009 contra este banco de la ciudad de México. Según el mensaje que circuló en blogs ecoanarquistas, pero que pasó inadvertido en la prensa, esa noche también hicieron estallar “un inofensivo petardo en una zona acomodada en la ciudad de México”, y rompieron ocho ventanales de un Kentucky Fried Chicken.


Aquél fue uno más de los 200 sabotajes perpetrados en México durante el año por jóvenes ecoanarquistas que hicieron suya la cruzada internacional del Frente de Liberación Animal (FLA), una organización nacida en los setenta en Inglaterra que recurre a la “acción directa”, sabotajes para protestar en contra de la explotación o tortura de animales. Esta juventud también reivindica la lucha de la hermana menor del fla, el Frente de Liberación de la Tierra (FLT), nacida igual en Inglaterra, en los noventa, y que en su defensa radical de la naturaleza ataca a la industria maderera, la ingeniería genética, obras de construcción que devasten terrenos con vegetación y vida animal y vehículos deportivos de lujo.


Con un estilo de escritura contestatario, que sustituye las arrobas por una “x”, el comunicado del sabotaje al cajero expresó: “En México el capitalismo, principal causante de la destrucción de la flora y fauna en este planeta, opresor y asesino de la vida salvaje, explotador de personas, animales y naturaleza para beneficio de lxs poderosxs y las corporaciones, tiene la guerra declarada”. Al día siguiente subieron a YouTube el video del ataque. “19 segundos de guerra social”, lo titularon. Para octubre ya tenía más de cinco mil visitas.


Septiembre pasado fue el mes en que se realizaron más sabotajes: nueve explosiones en cajeros bancarios; una agencia automotriz; la empresa farmacéutica Novartis, acusada de experimentar con animales y la tienda de ropa Max Mara en el corredor de boutiques de la calle de Masaryk, en Polanco. El atentado a Max Mara era parte de la campaña que el fla internacional organizó contra la firma. Hubo otros sabotajes en España e Italia. En la prensa mexicana corrieron la mar de versiones: que si eran guerrilleros, o delincuentes ligados a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (farc) o al narcotráfico. Los gobiernos local y federal los llamaron vándalos.

Estos atentados marcan la irrupción del fenómeno ecoanarquista insurreccional del fla, que de Inglaterra se extendió a Estados Unidos y Europa, y ahora se expande veloz en Latinoamérica. Desde 2005, Chile es su epicentro latinoamericano: es la sede de “Liberación Total”, el principal portal cibernético que difunde las acciones de células latinoamericanas, y ahí murió la primera víctima ecoanarquista por el manejo de explosivos, el joven Mauricio Morales, en marzo pasado.


Pero México lleva la delantera mundial en la expansión del fla. La página web de la revista estadounidense Bite Back (Muerde de vuelta), quizás el espacio del fla más popular en el mundo, cuenta con una bitácora de los sabotajes internacionales. Las células suben de forma independiente la información de sus acciones. En la bitácora se constata que en los últimos dos años el fenómeno creció exponencialmente de cinco a más de 200 acciones en México. Los sabotajes aumentan en número y adquieren formas distintas. Van desde la selladura de candados de carnicerías, la explosión de bombas caseras en peleterías, el sabotaje a maquinaria de construcción, o el “rescate” de una tortuga de una tienda de mascotas.


Pudimos reunirnos con dos células del fla en persona, una de sabotaje y otra de propaganda, y entrevistamos a otras dos más, de sabotaje y propaganda, vía internet. La condición de todas fue mantener el anonimato. Así conocimos que, a diferencia de las guerrillas, su accionar es más complejo y escurridizo: se trata de células autónomas e independientes entre sí —a veces de un solo miembro—, que no actúan coordinadamente, se disuelven después de la acción, no buscan el poder sino resquebrajar al sistema, no tienen jerarquías ni líderes, no usan armas de fuego, sino material de tlapalería: pegamento, martillos, pintura, cilindros de gas butano, en ocasiones gasolina o piedras.


La respuesta a este fenómeno de los sistemas de inteligencia y la policía es una advertencia de lo que puede venir. El 30 de septiembre la Procuraduría General de la República (pgr) detuvo, sin orden de aprehensión, al universitario Ramsés Villareal Gómez. Lo acusaron de todos los bombazos de septiembre. Lo incomunicaron, torturaron psicológicamente, catearon su casa. Su foto circuló manipulada en los medios de comunicación, acusándolo de terrorista. Varias células informaron en blogs que lo desconocían, y que harían sabotajes para exigir su liberación. Dos días después lo soltaron.

***


El primer periodista mexicano que escribió del fla y que tuvo un acercamiento breve con una de sus células, fue Alejandro Jiménez. El encuentro fue en febrero de 2009. Ocurrió tras escribir en su blog De armas tomar del periódico El Universal sobre la colocación de una bomba falsa en un McDonald’s en Coacalco, en octubre de 2008, y el estallido de bombas molotov en la construcción de la Línea 12 del Transporte Colectivo Metro que dañaron postes eléctricos, vías y muros. Una célula lo contactó. Se vieron en un restaurante capitalino. Acudieron tres jóvenes, entre ellos una mujer, de entre 17 y 20 años. No vestían de forma llamativa, sino como lo hace cualquier estudiante: jeans oscuros, sudaderas de algodón con capucha, también oscuras, tenis; uno llevaba mochila. Su apariencia era más bien de clase media. La muchacha de rostro infantil iba nerviosa. Se veía enojada con los amigos. La tensión creció cuando la mesera se acercó. Nada consumieron. “No grabadora”, “no apuntes”, pidieron. Primero se manifestaron contra el antropocentrismo: la dominación del hombre sobre cualquier ser vivo. La muchacha estaba callada. Volteaba a un lado, al otro. Se impacientaba. Comenzó a sudar.


—¿El caos hará el orden? —Alejandro citó una frase que leyó en algún comunicado del FLA.
—No sé de dónde sacaste eso —respondió el muchacho de manos huesudas— aquí todo es autogestivo. Hay células que no se conocen entre sí, chavos que hacen su grupo y se “activan”. Los que actuaron el mes pasado no son los mismos que nosotros. Así de repente sabemos de una acción de otros y decimos: “¡Qué chido!”.
—¿Pero a punta de cristalazos se puede llegar hasta…
—Por algo se empieza —interrumpió el muchacho.


Alejandro apenas formulaba la siguiente pregunta sobre los ecoanarquistas de Chile, cuando la muchacha estalló: “¡Ya vámonos!”.

—Tranquila —dijo Alejandro— trato de comprenderlos.
—¡Tranquila madres! —respondió casi llorando— ¡A la chingada ya! —ellos se pararon. Uno intentó abrazarla. Ella lo rechazó y salió furiosa. La siguieron sin despedirse. Alejandro no volvió a saber de los muchachos.

***


Bite Back registra los actos de sabotaje en todo el mundo y clasifica las acciones por categorías: liberación de animales, sabotajes, pintas, incendios y bombazos, prisioneros. Los primeros actos que se registraron ocurrieron en Europa y Estados Unidos. Según la lista, los precursores en Latinoamérica fueron Brasil y Argentina en 2005. En 2006 entraron Chile y México con un solo mensaje. Desde Monterrey un breve texto anónimo dio cuenta de la selladura con pegamento de candados de una tienda de pieles, y de una pinta en un Kentucky Fried Chicken.


En 2007, la lista en Bite Back registró cinco actos en México, entre ellos pintas y liberación de animales de tiendas de mascotas. Ese año, nuestro amigo Jorge Lofredo, del Centro de Documentación de los Movimientos Armados (CEDEMA), con sede en Buenos Aires, llamó nuestra atención sobre la colocación sistemática de explosivos por anarquistas chilenos en cajeros automáticos. Su opinión fue que no les veía solidez ideológica ni organización. Eran actos aislados, sin futuro. Sin embargo, en 2008 la actuación de ecoanarquistas insurreccionales disparó la lista mexicana en Bite Back de cinco a 120 acciones. Según el registro, ese año el fla mexicano triplicó el número de sabotajes realizados por su par estadounidense. Además reveló que el fenómeno ya brotó también en Colombia, Venezuela, Perú, Uruguay.


En México, los actos del fla subieron de tono en 2008. Iniciaron los incendios y estallidos en cajeros bancarios, así como en franquicias transnacionales de comida rápida. También instalaron paquetes bombas falsos, sabotearon con pintura más de un centenar de casetas de Teléfonos de México (Telmex), cuyo dueño, Carlos Slim, es patrocinador de corridas de toros, y un incendio arrasó parte de la Expo Feria de Piel y Calzado de Coacalco, Estado de México, entre otros. Guadalajara apareció en la lista. Alejandro y yo, que trabajamos temas sobre violencia popular desde hace 15 años, estábamos desconcertados. ¿Eran guerrillas? ¿Delincuentes? Hasta que en octubre de 2008 a Alejandro le llegó el comuni-cado de la explosión del McDonald’s por el FLA y se reunió con los chicos.


En 2009, Bite Back registró que el número de acciones mexicanas para septiembre ya había duplicado las 120 del año anterior. Y se extendieron a Guanajuato y Colima. El fenómeno además se hizo más extremo. Por ejemplo, el joven Efecto Mariposa de León, Guanajuato, informó que liberó bajo la lluvia un gallo amarrado en un jardín. La foto del joven con una sudadera con capucha, el rostro oculto y un gallo en sus brazos, está en Bite Back como prueba. Y por otro lado, mensajes reivindicaron ataques contra vehículos “todo terreno” en agencias automotrices.


Bite Back
tiene su lista de prisioneros: 26 estadounidenses e ingleses, la tercera parte mujeres. La mayoría tiene entre 30 y 40 años y purgan largas condenas, algunas mayores de 20 años, acusados de “ecoterrorismo”. En septiembre, cuando el fla ganó titulares, trascendió que la página web donde las células latinoamericanas “cuelgan” sus comunicados es la chilena Liberación Total. La página también da seguimiento a movimientos contestatarios del mundo. Ahí supimo

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